Es la carta de la
alegría cristiana (1,4.8.25; 2,2.17.18.28.29; 3,1a; 4,1.4.10), incluso ante la
perspectiva de la muerte (2,28). Otro tema o, mejor, presupuesto del escrito
podría enunciarse: "Cristo sobre todo"; lo único que importa es que
se proclame y se reconozca su grandeza, sea con una vida de testimonio y de
trabajo, sea con la muerte. De ahí la valentía de Pablo (1,20; 2,17) y su
indiferencia ante el antagonismo que le muestran algunos (1,15-17). "Si
alguien está con Jesús Mesías, no importa que esté contra mí", podría
traducirse su actitud (1.18).
Preocupaban a Pablo
las faltas de los filipenses, que se dejaban llevar de rivalidades y
presunciones (2,1-4). Para remediar las divisiones internas, les propone el
ejemplo de Cristo, citando en términos de abajamiento, muerte y exaltación, por
la que Jesús recibe el título divino de "Señor".
Los filipenses deben
responder a Dios traduciendo en obras la salvación ya concedida (2,12),
particularmente mostrando su unión en medio de un mundo dividido; éste es el
mensaje de vida propio del testimonio cristiano, y en él pone Pablo el éxito de
su obra apostólica (2,14-16). Es de notar la concordia entre el querer y el
obrar que Pablo considera normal en la vida cristiana, gracias a la acción de
Dios (2,13); es la situación diametralmente opuesta a la del hombre encerrado
en sí mismo (Rom 7,15-25) sujeto a la Ley y vencido por los malos instintos
(Gál 5,17-18). Sólo el amor fraterno permite acertar con la línea de acción que
conviene (1,9-10).
Otro rasgo notable de
la carta es su apertura hacia el mundo pagano. Al particularismo judío opone
Pablo la comprensión con todo hombre y la estima de lo bueno, dondequiera que
se encuentre, sin juzgar con prejuicios partidistas (4,5.8-9). Él mismo se
muestra tolerante con los que no están de acuerdo con su doctrina (3,15-16).
En resumen: la vida
cristiana, según esta carta, está centrada en Cristo, en el presente (1,21;
3,7-11) y en la esperanza del futuro (1,23: 3,20-21); se manifiesta en el afecto,
unión, amor y alegría de la comunidad cristiana (2,2-4; 3,1a; 4,4). Su
testimonio ante el mundo es la unión (2,14-16a): su culto, animado por el
Espíritu de Dios (3,3), consiste en la fe y en la ayuda al prójimo (2,17;
4,18); no se apoya en observancias sino en la fe en Cristo, por la que Dios
salva (3,18-20), y ésta debe de traducirse fielmente en la conducta (2,12;
3,12-14), con la ayuda de Dios (2,13). En esto consiste ser hijo de Dios sin
tacha (2,15).
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