17Hermanos, seguid
todos mi ejemplo y tened siempre delante a los que proceden según el modelo que
tenéis en nosotros, porque andan por ahí muchos... 18¡Cuántas veces os los he
señalado, y ahora lo hago con lágrimas en los ojos, a esos enemigos de la Cruz
del Mesías! 19Su paradero es la ruina, honran a Dios con el estómago y ponen su
gloria en sus vergüenzas, centrados como están en lo terreno.
20Nosotros, en
cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos como salvador al Señor
Jesús, el Mesías; 21él transformará la bajeza de nuestro ser reproduciendo en
nosotros el esplendor del suyo, con esa energía que le permite incluso
someterse el universo. 4 1De modo que, hermanos míos queridos y añorados, mi
alegría y mi corona, mis amigos, manteneos así fieles al Señor.
EXPLICACIÓN.
3,17-4,1. Una vez explicada su postura, Pablo se pone como
ejemplo (17). Enemigos de la cruz del Mesías (18), como en 3,2, los judíos;
eran éstos quienes se gloriaban de sus vergüenzas, es decir, de la
circuncisión; honran a Dios con el estómago (19), lit. "su Dios, el estómago";
se trata, en el caso de los judíos, del valor supremo que atribuyen a las
prescripciones sobre alimentos; la traducción procura evitar el malentendido;
centrados, cf. Col 3,2; en lo terreno, los ritos y observancias sobre cosas
materiales.
La realidad cristiana, en contraste con lo anterior. Somos
ciudadanos del cielo, condición actual del cristiano: en la esfera divina o
"cielo" está Jesús, objeto de su adhesión, de ella ha recibido el
Espíritu que impulsa su vida. Esta ciudadanía ha de ser consumada. Mantiene
Pablo su concepción de la venida del Mesías, aunque ya sin el aspecto de
inminencia (cf. 1 Cor 7,29); la esperanza de la futura gloria se apoya en el
conocimiento de la fuerza de Jesús exaltado, y estimula a la fidelidad
(3,20-4,1).
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